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NIGHT
VIEW,
2004,
by Sandy Chandler Shelton
inspired the
following vignette:
INQUIETUD
Rosaura Wells
English
Catherine se levantó de pronto y se apresuró
hacia el otro lado de la habitación, luego volvió sobre sus pasos y
atravesó una puerta. Cambió un objeto de lugar. Tomó una pluma y se sentó
ante el escritorio vacío, con una maldición se puso en pie.
Por una vez, no tenía nada que hacer allí.
Nada…
Cuando Joe le había dado vacaciones, no habría imaginado esto: pensaría
que, tras un caso tan importante como el que acababan de perder, ella
necesitaría un descanso, y subir su moral. Ciertamente, tenía noches de
sueño por recuperar.
Pero no podía dormir. No tenía ganas de ir al teatro, ni al cine, ni a un
concierto. Tampoco quería ver a nadie (y no tenía muchas opciones: Jenny
había salido, Joe seguía en la oficina haciendo horas extra, y con la
mayoría de sus amigos había perdido contacto en estos meses de trabajo
duro). En ese estado no se atrevía a ir Abajo; además, su conciencia le
impedía irrumpir en las actividades de la comunidad a mitad de semana sin
aviso, por muy bienvenida que se sintiera.
— Catherine…
Vincent la esperaba en el balcón. Lo abrazó mecánicamente, pero enseguida
se alejó, incapaz de mantenerse inmóvil. Por largos minutos, él la observó
pasear de un lado al otro inútilmente, y finalmente diagnosticó:
— Estás inquieta.
Catherine sacudió la cabeza sin decir nada, frunciendo el ceño con
irritación. Él no insistió. Tal vez debería marcharse, pero no la dejaría
lidiar con esto sola teniendo el remedio.
— Puedo ayudarte —ofreció.
La irritación explotó en el único sentido en que podía.
— ¡¿Cómo?! Dudo que alguna vez te hayas sentido así. Paciencia… —bufó—
quietud… perfección. Eso eres tú… no yo… Estoy cansada de fingir…
— Ven conmigo… —Vincent le tendió la mano.
— Vete —era todo lo que ella podía hacer para no herirlo más.
— Ven…
Catherine presionó sus labios en una línea pálida, sus ojos brillando con
irritación.
Vincent alcanzó su mano con tranquila gentileza, pero firmemente, y la
guió hacia el balcón. Sorprendida, y aún tratando de controlarse, ella se
opuso débilmente. Apenas se preguntó qué pretendía.
— ¿Confías en mí?
Tras un momento, la mujer asintió. El la colocó a su espalda, y se inclinó
de modo que los antebrazos de la mujer alcanzaran y rodearan sus generosos
hombros. El cinto de cuero sólido fijó sus cuerpos juntos. Mientras se
levantaba, colocando las piernas de ella alrededor de su cintura, susurró:
“Sostente”. Eso fue todo.
Entonces fue el aire y el espacio, el colgar hacia el vacío. Catherine
quiso gritar, y tal vez lo hizo; si no con sus labios, con su espíritu,
que tan bien él sabía escuchar. El miedo, la adrenalina, llenaba sus oídos
con zumbido de abejas… ¿o era el viento? Vincent callaba, sus fuerzas
enfocadas en el movimiento veloz y eficaz hacia arriba, en luchar contra
la gravedad y el terror.
Entonces sus pies tocaron tierra firme. Muy gentilmente la presión del
cinto desapareció. Catherine, débil y temblorosa, se derrumbó en los
brazos que ya se alzaban para sostenerla.
Lentamente, con la quietud y el silencio, llegó el bienestar. La brisa
contra su piel sudorosa era sosiego, y cuando se atrevió a abrir los ojos,
millones de luces diminutas sobre terciopelo negro titilaban en la
distancia. La voz profunda de Vincent llenó el espacio.
— Aquí es donde vengo a pensar.
Catherine fue atraída hacia el borde del abismo. Ante ellos, la ciudad era
enorme, llena de luces… pero abajo, distante, como las cuitas de los
mortales a los ojos de los dioses.
Vincent la hizo sentarse, los pies en el vacío. La mujer se aferró a él
con nudillos blancos de miedo y esfuerzo. Sin embargo, pocas veces había
estado tan en paz.
Vincent la rodeó, protector, con los brazos, y acarició el costado de su
rostro con la nariz, haciéndole cosquillas.
— Ese es mi mundo —percibió Catherine, casi incrédula.
— Ese es.
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